miércoles, 31 de julio de 2013

Clara y sus hombres

Sus cuerpos se enzarzaron en una danza sensual, rodaron hasta el suelo y ella sucumbió ante el empuje y vigor del joven que le recordó aquellos tiempos ya lejanos en que Pablo se entregaba a fondo para saturarla de sexo hasta quedar ambos exhaustos. Una serie de intensos espasmos sacudía su cuerpo en el que era ya el tercer orgasmo desde que había comenzado esa locura, pero ni por un instante pensó en pararlo. Se sentía viva otra vez y eso no tenía precio, afrontaría las consecuencias si se daban pero no quería pensar en ellas. ¡No! ¡Ahora no! Por fin, Adam la dejó descansar sin soltarla, mientras sus cuerpos ardían por el calor y la excitación que la pasión había desatado, besaba su frente y acariciaba su cuerpo como si fuera la primera vez que lo hacía, de hecho si era la primera vez, si de este modo pues antes siempre fue de forma muy diferente. Adam había llegado apenas una hora antes, a sus veinte años había sufrido su primer desengaño amoroso, la mujer que imaginaba seria su gran amor para toda la vida había preferido explorar otras opciones y lo había hecho en forma de orgia en el apartamento que habían alquilado hacia unos meses para encontrarse y al que acudían siempre que tenían ocasión; ese día fue para repasar una materia con tranquilidad antes de un examen pues no tenían previsto encontrarse; ella ya estaba allí con tres amigos de ambos que la estaban follando por todos los agujeros. Adam, sin montar una escena y ante la mirada escéptica de los cuatro por su frialdad, recogió unas pocas cosas; algunos cd de música y un portátil, después pasó por el banco para retirar la orden de pago de su parte del alquiler y regresó a casa muy desanimado. Clara le preguntó a que se debía su estado de ánimo y Adam le contó lo sucedido de forma resumida; oír lo sucedido e imaginarse el cuadro excito a Clara, pero verlo tan triste le partió el corazón y tratando de animarlo le alboroto el cabello; algo que normalmente hacia que Adam se enfurruñara y terminaban manoseándose haciéndose cosquillas, en esta ocasión él se dejó hacer sin defenderse y ella comenzó a besarlo amorosamente y sin saber cómo juntaron sus labios. Lo que podría haber sido un inocente beso se convirtió en algo mucho más lujurio. Las manos de él la acariciaban, pero ya no eran aquellas manitas que distraídamente se apoyaban en un pecho años atrás. Tampoco ella le tocaba “la pichilla” como cuando lo duchaba, ahora se trataba de una verga como no había visto otra y que respondía a los estímulos con una gran erección. El abrazo se hizo más estrecho y el sofá ya no era suficiente para ellos, rodaron hasta el suelo y como amantes que lo fueran desde hacía años, se fueron desnudando con la urgencia de la pasión pero sin perder el contacto de sus cuerpos. Las caricias de Adam la sumían en un mundo diferente y por primera vez se permitió pensar en lo sucedido solo un instante, lo abrazó fuertemente y se propuso hacer algo antes de que llegara el momento de recapacitar sobre lo sucedido y el futuro. En silencio fue besando ese cuerpo que tan bien creía conocer, pero que en realidad respondía de una forma muy diferente a esos besos hasta que llegó a la pelvis: su boca tomó vida propia al rozar con los labios ese pedazo de carne que tanto placer le había proporcionado y que prometía darle mucho más al menos durante un tiempo, el que fuera necesario para que ambos cerraran algunas de sus cicatrices. Envolver esa verga con sus labios y cobijarla en su boca era un reto que asumió y cumplió empleando toda su experiencia, el joven suspiraba y jadeaba a la par; su chica y alguna de sus amigas antes que ella le habían hecho algunas mamadas, pero nada que ver con el prodigio del que estaba disfrutando, pensó que haría lo indecible para que eso no terminara de la forma tan fulminante como había comenzado. Recordó las muchas noches que habían pasado juntos; al joven le contaron que con cinco años, tuvo una pesadilla tan ruidosa que despertó incluso a los vecinos, como papá trabajaba de noche mamá se acostó con él y desde entonces lo hacía de lunes a viernes, los fines de semana lo convencieron de que al estar papá en casa nada le podía pasar y entonces dormía solo. Al ver que dormir con mamá servía para que él chico estuviera tranquilo acordaron poner dos camas de matrimonio, y a las seis y media de la mañana cuando llegaba Pablo ella se levantaba, le preparaba el desayuno y se quedaba levantada adelantando la comida y la faena de casa, después levantaba a Adam lo acompañaba al colegio y compraba alguna cosa que pudiera necesitar. A las diez ya de regreso, se desnudaba y se deslizaba entre las sabanas donde comenzaba el ritual diario. Lo iba despertando con una mamada lenta que lo sacaba del corto letargo dejándolo listo para la segunda parte. Ella lo cabalgaba de forma desesperada hasta alcanzar un primer orgasmo pero intentando por todos los medios que él no se viniera. Después era él quien tomaba las riendas de la situación y le hacia el amor de forma pausada y dilatada hasta que ambos llegaban juntos al cenit, cuando se derrumbaban sudorosos quedaban quietos hasta que él se tumbaba y ella se afanaba a recoger y tragar lo que habían hecho entre ambos, después Clara se aseaba un poco y se acostaba a su lado hasta que era la hora de terminar de preparar la comida. Cuando Adam cumplió los once años comenzó a ir solo al colegio, pero no cambiaron la costumbre de dormir juntos, Clara se levantaba igualmente cuando llegaba Pablo y preparaba el desayuno para los tres, el chico marchaba a la escuela y ellos dedicaban el mayor tiempo posible para la mejor de las aficiones que compartían. Clara seguía marchando a comprar mientras Pablo dormía, pero salía a la calle mucho más lozana y relajada. Cuando Adam comenzó a ir con chicas, antes de dormirse le contaba sus cuitas a mamá que solía darle consejos, incluso le explicaba cómo debía acariciar un pecho sin lastimarlo, o como besar con lengua sin parecer un baboso; se trataba solo de indicaciones que no implicaban nada más y la complicidad entre madre e hijo duró hasta la actualidad. Ambos tenían muy claro de que se trataba y nunca pensaron siquiera que hubiera algo malo en su proceder y además dormir juntos se había convertido en algo del todo normal para los tres. Con Pablo la historia era compleja. Se conocían desde niños, cuando Clara cumplió los trece; Pablo tres años mayor le pidió que fueran novios, eran unos críos pero se querían y a todos les pareció bien hasta que la madre de Pablo pensó que una sobrina suya era mejor partido para su niño. Intentaron separarlos enviando a Pablo a vivir con sus tíos pero ellos acordaron seguir juntos y pensaron que un embarazo era lo mejor. Cuando Clara estaba en su sexto mes saltó el escándalo, lo había ocultado con cierta dificultad pero habían logrado su propósito, se casaron dos meses después de tener a su hijo Adam y solo quince días antes de que Clara cumpliera los diecinueve. Su vida en pareja fue un camino de rosas con algunas espinas más de las deseadas, como por ejemplo el distanciamiento total de la familia de Pablo que no acudió a la boda y se desentendió por completo de los tres. Cuando Adam cumplió los tres años, a Pablo le ofrecieron un empleo a ochocientos kilómetros de su ciudad de origen; su madre a toda costa quería que la relación fracasara y estaba empleando sus influencias que eran muchas en una pequeña ciudad de provincias, por fortuna uno de los mismos que le negó un empleo por las presiones, fue quien le indicó donde enviar un currículo lejos de las garras de su familia. Regresaron a su ciudad de origen solo algunas veces en vacaciones, pero los familiares de Clara si venían a visitarlos siempre que podían. Una nueva espina vino a turbar su vida; un amago de infarto puso de manifiesto que somos frágiles, los médicos concluyeron que la hipertensión crónica fue la única causa del episodio y lo medicaron para normalizar su estado, cuando los médicos dieron su permiso reanudaron sus relaciones sexuales, pero para evitarle esfuerzos ella propuso que se dejara hacer por un tiempo. Clara se arrodillo entre las piernas de Pablo y comenzó a realizar su magia, él con una voz desagradable le dijo que lo dejara porque no le apetecía en ese momento, pero eso fue a más y el sexo llegó a desaparecer por completo entre ambos, pasó un mes completo en que a pesar de los esfuerzos de Clara para animar la relación sin que le hiciera ningún tipo de reproche la situación era la misma y una tarde de sábado él le espetó llorando. - ¡No me dejes Clara, por favor no me dejes! Sé que eres muy joven para estar sin sexo y estoy seguro que habrá cola para estar contigo y lo entiendo, pero por favor no me dejes. Es cierto que con treinta y nueve años Clara está muy bien, con su esbelto cuerpo de 1.69 y 63 kilos, unos pechos redonditos y muy bien colocados de talla 95 “C” que desafían la ley de la gravedad, unos ojos color miel enormes que coronaban un bello rostro de mejillas sonrosadas y boca pequeña con labios carnosos y de un color carmesí natural, esas piernas torneadas que parten de un vientre plano y un culo más que apetecible que se antoja solo imaginarlo y la piel canela que heredó quizás de algún ancestro árabe o gitano que la hace aún más bella, es mucho el sexo que necesita pero nunca se había planteado ni remotamente tener una aventura y mucho menos un amante. Ama a Pablo y hará lo indecible por y para él. Todo lo que hacen juntos en cuestión de sexo lo han aprendido el uno del otro y viendo revistas o películas, nunca han desechado nada por raro que pareciera sin probarlo al menos dos veces; como dice Pablo “la segunda por si la primera no pusimos suficiente atención” Clara le respondió que nunca lo dejaría y entonces cuando parecía que ese episodio seria lo peor que podría surgir entre ambos, los médicos detectaron en Pablo una reacción rara a un medicamento del tipo (ANTIHIPERTENSIVOS) que era lo que alteraba sus funciones sexuales y por ende su carácter al sumirse en un espiral depresivo, a pesar que los médicos le aseguraron que esos efectos secundarios pasarían pronto, se negó a acudir a un psiquiatra y ni siquiera a un psicólogo, no dormía y logró que le recetaran unas pastillas que tomaba todas las noches y era la única forma en que lograba descansar. Cuando los médicos lo aconsejaron, acudió regularmente a un centro donde hacia “Rehabilitación Cardiovascular” pero avanzaba muy poco en el terreno emocional y su depresión seguía siendo un mal que afectaba a los tres; no permitía que lo acompañara nadie insistiendo en que no era un inútil y despreciando cualquier tipo de ayuda. Clara estaba desesperada y el día que apareció Adam con su gran decepción, por su mente rondaba hacer una tontería que terminaría con TODOS sus problemas por siempre. Después de estar abrazados sobre la moqueta mucho rato decidieron tomar una ducha juntos como tantas otras veces, pero en esta ocasión también fue algo diferente, ella volvió a enjabonarle el miembro como cuando era niño aunque cuando estaba totalmente duro y enjabonado se dio la vuelta y le ofreció el culo donde Adam no dudo en introducirlo lentamente gozando de la sensación de poder que su madre le estaba brindando. Con alguna de sus amigas lo había hecho alguna vez, y con su chica era una asignatura pendiente; según ella eso era “doloroso” pero él había visto como le estaban dando fuerte y no se quejaba, al menos no para que parasen, desterró la imagen de aquella guarra que lo había traicionado y se concentró en lo que tenía entre manos en ese momento, cambió las manos de posición y sujetando a Clara por los pechos que se bamboleaban al ritmo de los empellones que se hicieron largos, se miraron por el espejo y se acoplaron de tal forma que llegaron juntos a un merecido orgasmo en que Adam se vació por completo en Clara quedando ambos totalmente satisfechos. Esperaron en el salón charlando de mil cosas aunque sin hacer referencia a lo sucedido, cuando llegó Pablo se dispusieron a comer y Adam marcho a la universidad; tenía un par de clases de tarde y le interesaba aprobar las asignaturas para llegar a las vacaciones sin preocupaciones por los estudios. La tarde fue tan aburrida como todas las anteriores y Pablo no dio muestras de interés por nada que no fuera su autocompasión. Esa noche como todas las anteriores, después que Pablo se fuera a su habitación y que Clara comprobara que se había tomado la pastilla para dormir Adam y Clara se acostaron juntos, pero a diferencia de otras ninguno de los dos pensaba en dormir y tras tener sexo durante horas por fin agotados sucumbieron al sueño y el cansancio; a pesar de haber dormido poco ambos se despertaron totalmente relajados y contentos, Adam no experimentó la desazón que lo acompañaba cada mañana, al comprobar que el cuerpo de aquella mujer ya no estaba junto a él. Pasaron algunas semanas con la misma dinámica, Adam aprobó todas las asignaturas y planearon las vacaciones. Clara pensó que el chico marcharía con sus amigos, pero se sorprendió cuando dijo que prefería ir con sus padres. Pablo, en su línea decidió pasar las vacaciones en casa de su familia y acordaron ir todos allí, entonces insistió en que se fueran un par de semanas a Ibiza; era la propuesta que había hecho Adam en principio y a Clara le había parecido bien. Los cinco días que pasaron con la familia de Pablo se hicieron interminables, allí Adam dormía en su propia habitación y no hubo ninguna oportunidad de estar a solas con Clara, por fin marcharon y ya en el aeropuerto pudieron dar rienda suelta a su deseo, parecía que se estuvieran despidiendo por una larga temporada y el embarcar juntos causo sorpresa entre algunos de los demás viajeros. Esas dos semanas en el paraíso fueron determinantes para ambos, de día iban a playas nudistas donde Clara oscurecía aún más su piel tomando un tono aceituna que acentuaba más su belleza si es que eso era posible, los arrumacos que se prodigaban no dejaban indiferentes a quienes les veían, y cuando entraban en el agua para hacer el amor como la mayoría de quienes estaban en aquella cala, los demás pensarían que eran una pareja afortunada; por la noche después de cenar acudían a alguno de los locales de moda a bailar o tomar una copa, de madrugada regresaban al hotel donde se entregaban a la pasión y el desenfreno que tanto les gustaba. Terminaron las vacaciones y regresaron a casa para continuar con lo que se había convertido ya en algo cotidiano pero muy lejos de ser rutina; unos meses después ya cerca de las fiestas navideñas, una noche estando ya a solas Clara preguntó a Adam. .- ¿En este tiempo no has conocido a ninguna chica? ¡Me extraña que no haya chicas inteligentes en la universidad! A lo que el joven respondió. — Solo algunas pánfilas a las que cuando les digo que tengo a alguien que no dejaré nunca se espantan y se alejan, pero no quiero que discutamos sobre eso, es mi decisión y también tú tendrás que aceptarla. Clara calló, pensando como reconducir la situación para evitar que la atracción y pasión que sentían influyera en el futuro de su hijo; desecho todo pensamiento y se dedicó en cuerpo y alma a lo primordial en ese momento. Adam le estaba haciendo sexo oral y ella se retorcía sobre la mesa del salón, eyaculó en la cara de su amante y este la recompensó aplicándose con más ahínco, lo que la llevó a un tremendo orgasmo en medio del que Adam la bajó al suelo y sobre la moqueta que resultaba ser el mejor escenario para su lujuria le siguió dando caña hasta hacerla desfallecer, rendidos y abrazados Clara le dijo. .- Y cuando dentro de unos años, este vieja y arrugada ¿que pasara? A lo que el chico le respondió. — Tu nunca serás vieja solo mayor y más experta, en cuanto lo de las arrugas solo son testimonios de vida, pero seguirás siendo una gran dama, madre amorosa, esposa fiel, y la puta más lujuriosa que podría encontrar y a la que quisiera seguir follando por todos los agujeros mientras me lo sigas permitiendo. Clara sonriendo le respondió. - .- Por siempre mi vida, por siempre. Entonces Pablo que había estado viendo y oyendo toda la escena desde el principio, soltó la manija y se apartó de la puerta para regresar a su habitación; haber perdido su pastilla para dormir había sido una bendición: Esa noche tuvo su primera erección en años; le duró apenas unos instantes pero fue suficiente para convencerse que quizás algún día podría volver a disfrutar del estupendo sexo que antaño había compartido con Clara. Ahora tenía claro que las únicas personas que le importaban y amaba seguirían a su lado sin abandonarlo. Y era consciente que ella nunca lo traicionaría con otro, a fin de cuentas Adam no era “otro” se trataba de su hijo, el hijo deseado por ambos y que los unió incluso antes de nacer y que lo volvía a hacer ahora.

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